¿Seguro?




El consciente colectivo de la sociedad española tiene varias programaciones ancestrales que todavía necesitan mucha atención por parte de todos, independientemente de que cada persona perteneciente a esta sociedad sienta en sí misma esas programaciones o no. Si no las siente presentes, activas, conscientes, las tiene ocultas en el subconsciente, y tan activas como para cualquier otro conciudadano.

Una de esas programaciones, muy profunda, extensa y persistente, es la de la carencia. Se presenta en la mente de diferentes formas, generando diferentes discursos, pero es siempre la misma. Algunas situaciones que son producto directo de esta programación son, por ejemplo:

  • Jóvenes ofreciéndose para dar clases particulares o cuidar mascotas por tarifas que oscilan entre los 7 y los 10€ por hora de trabajo. El tiempo de desplazamiento, cuando lo hay, no está incluido en esa tarifa y no se pide ninguna compensación complementaria por ello. Estas tarifas quedan marcadas como parte constitutiva de ese mercado y arrastran a personas de más edad y con mucha más preparación que ofrecen los mismos servicios.
  • Eventos culturales organizados y patrocinados por instituciones públicas (ayuntamientos, diputaciones, ministerios), puestos a disposición de los ciudadanos en un régimen de "entrada libre" o "acceso gratuito". Habría que decir falsamente gratuito, pero en otro artículo me ocuparé de esto. Pueden ser conciertos, exposiciones, conferencias, cursos, etc.
  • Actividades organizadas por asociaciones, ofrecidas a los ciudadanos también de forma gratuita o a cambio de unas aportaciones meramente simbólicas. Por ejemplo, un retiro de todo un fin de semana por 30€, o una sesión de constelaciones familiares por 10€ para quien constela.
  • Salarios de 1.100€, por ejemplo, por empleos a jornada completa. Sí, hay salarios más altos, y también más bajos todavía.
  • Alquileres de viviendas de menos de 100m2 que rozan, de media, los 1.000€ en grandes ciudades, o los 600€ en ciudades pequeñas, o los 500€ en pueblos.
  • Viviendas de menos de 100m2 en venta por precios que pueden oscilar, por ejemplo, entre los 70.000 y los 290.000€.
  • Subidas masivas, generalizadas e injustificables de precios de productos de primera necesidad como, por ejemplo, alimentos.
  • Un índice oficial de paro juvenil de casi el 28%.
  • Beneficios bancarios de miles de millones de euros anuales, incluso en épocas de supuesta crisis generalizada.
  • Desahucios por el impago de cierto número de cuotas de las hipotecas de viviendas que, después, son vendidas de nuevo, por los bancos que las expropian, a precios que habrían sido perfectamente asumibles para las familias obligadas a desalojarlas.
  • Falta de viviendas de alquiler disponibles para vivir en ellas de forma continua en muchas localidades costeras, en las que abundan viviendas en alquiler de septiembre a junio.

Son sólo algunos ejemplos de muchísimos que se podrían poner. Todos ellos son producto de la misma marca: escasez, miseria. Programaciones mentales de escasez que se convierten en formas de actuar, por parte de diferentes tipos de personas y colectivos, igualmente marcadas por la misma escasez, bien por humillación (8€ por una hora de clase particular, 10€ por una hora de limpieza en la casa), bien por abuso (los precios de los alimentos, los de las viviendas, los de los alimentos, o los de los coches, por citar algunos ejemplos clarísimos).

La actividad económica es un complejo engranaje que es mucho más complicado de lo que realmente podría ser debido, sobre todo, al hecho de que los ciudadanos no tenemos ninguna oportunidad de participar en el establecimiento de las reglas del juego. Nuestro papel se limita al de aceptarlas y jugar según ellas, o no aceptarlas e intentar navegar al margen de las reglas del tablero del juego, pero siempre dentro del tablero, porque no hay tableros alternativos. Metidos como estamos en ese engranaje, nos resulta muy difícil hacernos y hacer a otros preguntas no sólo pertinentes y relevantes, sino imprescindibles para ayudarnos a darnos cuenta de que el juego es una inmensa y retorcida mentira, que nosotros contribuimos a mantener y reproducir con nuestra participación, tal vez quejosa pero mínimamente crítica.

Hagámonos, pues, algunas preguntas, sólo a modo de ejemplo:

  • ¿Por qué quienes piden 8€ por una hora de clase particular, o 10€ por una hora de limpieza doméstica, no piden, por ejemplo, el doble? De esos, quienes se desplazan a los hogares de sus clientes, ¿por qué no piden la compensación que corresponda por el tiempo de los desplazamientos? Es probable que, entre quienes estén leyendo esto, haya quienes piensen "no piden el doble porque nadie se lo pagaría", a lo cual yo me limito a preguntar dos cosas. La primera es ¿seguro que nadie se lo pagaría? y la segunda es ¿por qué no lo pagarían quienes no lo pagarían?
  • Sobre eventos y actividades organizados por instituciones públicas o por asociaciones y ofrecidos de forma gratuita o prácticamente gratuita, podríamos preguntarnos: ¿por qué lo ofrecen gratuitamente? Probablemente, algunas de las respuestas que surgirían serían, por ejemplo, estas: porque para eso pagamos impuestos (en el caso de las instituciones públicas), o bien porque las asociaciones son organizaciones sin ánimo de lucro. A la vista de estas respuestas, hagámonos más preguntas de consciencia como, por ejemplo, estas: ¿pagamos impuestos para que las administraciones públicas organicen actividades de ocio para los ciudadanos?, o bien, ¿qué tiene que ver el lucro con pedir aportaciones económicas justas por actividades que tienen un valor muy superior al que reflejan la gratuidad o los precios simbólicos?
  • Sobre los salarios, podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿por qué no pasamos de salarios medios de 1.100€ a salarios medios de 1.800€? Muy probablemente, una respuesta inmediata sería, por ejemplo, esta: porque las empresas no podrían sostener esa presión. Bien, sigamos preguntando: en ese caso, ¿por qué no reducir las llamadas cotizaciones a la Seguridad Social que las empresas están obligadas a pagar por cada empleado, de manera que se produce una transferencia directa al empleado del dinero que antes iba al Estado? Posible respuesta inmediata: porque hay que sostener la Seguridad Social, y si se reducen las cotizaciones, es imposible sostenerla. Y este es el momento para hacer la pregunta mágica, muy breve, pero mucho más compleja y penetrante de lo que parece: ¿seguro?
  • Sobre las viviendas, podríamos preguntarnos, por ejemplo, cosas como las siguientes: ¿por qué no reducir los precios de venta de las viviendas a, por lo menos, un 50% o un 40% de lo que son ahora? No hay absolutamente ninguna respuesta aceptable que pueda justificar que esto no se haga, lo cual es clave, porque tiene un impacto directo en la segunda parte, la que se refiere a las viviendas en alquiler: ¿por qué no se reducen los alquileres que se están pidiendo a la mitad? Una respuesta inmediata es esta: porque los propietarios de esas viviendas tienen que pagar unas cuotas de hipotecas que exigen que los alquileres sean elevados. Y, de nuevo, nos encontramos con la pregunta mágica: ¿seguro? En este caso, parece muy obvio que la respuesta sería claro que sí, seguro. A lo cual cabría insistir: ¿seguro? Porque, de verdad, no es tan obvio que no haya opciones. Esa creencia es parte de la programación de carencia.

Creo que queda claro de qué se trata: se trata de cuestionar no sólo lo que otros dicen y hacen, sino también, sobre todo, y en primer lugar, lo que nosotros creemos, que es la base de lo que decimos y hacemos irreflexivamente, movidos por la obediencia a unas programaciones que son eso, programaciones, diseñadas para hacernos creer que las cosas son como son, y no pueden ser de otra manera.

Enorme mentira donde las haya.

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