La España integrada



La vida en este planeta, en esta dimensión, tal como la hemos conocido hasta ahora, ha estado, y todavía está en gran medida, abrumadoramente marcada por la polarización. La dualidad es propia de esta dimensión, y la polarización, es decir, la conflictividad dentro de la dualidad, ha sido la forma predominante de vivir esa dualidad. No por accidente ni por casualidad. La Tierra es un experimento, y el gran reto de los humanos es alcanzar un punto de desarrollo consciencial en el que seamos capaces de desmantelar la polarización e integrar los polos que definen cada aspecto de dualidad en nuestra vida, y hacerlo, además, desde el corazón, como núcleo de la integración de todas las energías que confluyen en cada uno de nosotros.

Hace poco vi la película Irati. Aparte de los temas que desarrolla la película, parece que hay una polémica en Euzkadi sobre si debería haberse distribuido, fuera de Euzkadi, solo subtitulada o también doblada. Parece que un sector del independentismo vasco considera que doblarla va en detrimento del euskera, mientras que otros sectores opinan que, de hecho, es todo lo contrario.
No necesito conocer los detalles de esta polémica, artificialmente creada y alimentada, como todas las interminables polémicas que se generan desde cualquier bando de los supuestos conflictos nacionalistas (vasco, español, catalán, valenciano, gallego, andaluz, etc.), para reconocer de nuevo la misma programación mental inyectada de forma repetida y sistemática en el consciente y el inconsciente colectivos. Esa programación mental consiste, básicamente, en hacer creer a cuantas más personas mejor que existe, fuera del territorio geográfico-cultural-lingüístico-político con el que se identifican, un enemigo colectivo, identificado con otro territorio geográfico-cultural-lingüístico-político diferente, que tiene como objetivo la destrucción, parcial o total, del territorio geográfico-cultural-lingüístico-político propio. El mensaje se repite tantas veces, de formas tan diferentes ("España nos roba", "la unidad de España es sagrada", por ejemplo), a través de tantos medios, día sí y día también, que acaba pareciendo ser la constatación de una verdad objetiva. Si uno se para a pensar en ello con calma, es fácil ver que es exactamente el mismo mecanismo que se utilizó para convertir la plandemia en algo que pareciera cierto. El esfuerzo de ingeniería social es tan persistente y eficaz que, efectivamente, millones de personas han asumido ese mensaje central como cierto, como propio, y como la cuestión central que debe resolverse para que sus vidas salgan de un atolladero en el que, aparentemente, se encuentran atrapadas como resultado de la intransigencia del otro.
Se podría escribir y hablar sobre esto durante horas, pero no vale la pena. Lo esencial, para mí, es constatar que el objetivo fundamental de esta forma de tensa polarización es, precisamente, alimentar la tensa polarización indefinidamente, para mantener a millones de personas enganchadas a la adrenalina mental y emocional de estos conflictos y, con ello, ancladas en la sombra del primer chakra. Detrás del "Espanya ens roba" y del "¡A por ellos!" había y hay la misma aberración mental y emocional, que se podría resumir así: "esos otros son una amenaza definitiva para nuestra supervivencia como colectivo identitario".
No contentos con esto, quienes mueven los hilos de esta mastodóntica operación de ingeniería social añaden a esta interminable polarización una fragmentación de la consciencia cada vez mayor, más profunda y más peligrosa. Inicialmente, se formaron dos grandes bloques enfrentados; poco a poco, dentro de cada bloque, se fueron abriendo nuevas polarizaciones "entre miembros de un mismo bando", para entendernos. Y continuará mientras haya público de este espectáculo que se lo crea, lo compre, lo interiorice e incluso lo reproduzca en su propia vida individual.
España es un país de una enorme diversidad. En cierto modo, es una especie de micro-continente en el que es muy fácil rastrear la presencia de mundos culturales (en el sentido más amplio de la palabra) que van desde el Norte de Europa hasta el Norte de África y desde el Caribe hasta el Mediterráneo Oriental.
¿Cuál puede ser el objetivo álmico de encarnar en un rincón del planeta de semejante diversidad? Para mí, está muy claro: avanzar hacia la integración. Tenemos losas de polarización intolerante muy gruesas a nuestras espaldas, y un historial terrorífico de violencia masiva: una media de una guerra cada 4 años desde finales del siglo XV hasta 1977, a los que hay que añadir un número difícil de determinar definitivamente de golpes de Estado internos (entre 18 y 200, según los libros que uno consulte). Eso es un piloto automático muy interiorizado generación tras generación y, por eso mismo, es una de las programaciones (yo creo que LA programación fundamental) que venimos a desmantelar.
No, no somos enemigos los unos de los otros a no ser que creamos que lo somos porque quienes tienen acceso a los resortes de control colectivo no dejan de decírnoslo de mil maneras diferentes día tras día.
Es todo mentira. No solo las argumentaciones de los conflictos, sino los conflictos mismos: quienes nos azuzan para enfrentarnos se sientan a comer esplendorosamente a las mismas mesas, juntos y bien compenetrados, tras puertas cerradas a la vista del público.
Nuestra tarea es redescubrirnos con amor, entusiasmo y generosidad. Y disfrutar el mosaico que juntos podemos componer si dejamos de comprar las programaciones que nos venden miles de psicópatas bien pagados exclusivamente para eso: para no permitirnos sentir y pensar por nuestra cuenta, y descubrir qué diferente es este rincón del mundo visto desde el corazón abierto y la autoestima individual y colectiva bien firme.

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