SEPTEMBER 11th, 2001

La mañana del 11 de Septiembre de 2001 yo estaba en mi aula en Wakefield High School, en Arlington (VA), a apenas 5 minutos del Pentágono. Una compañera me avisó para que fuera a la sala de profesores. Allí había varios compañeros con la mirada atrapada en el televisor. La primera torre ya había caído. En apenas unos minutos, vimos caer la segunda y, poco después, oímos un estruendo, como una explosión. Nos imaginamos que vendría del Pentágono, y así fue. Otra cosa es que viniera de un supuesto avión supuestamente estrellándose contra el muro del edificio. Yo pasaba con el coche a 300 metros del Pentágono, cada día, para ir al trabajo y volver a casa. Pasaba justo por la fachada del edificio donde había tenido lugar el impacto, y nunca vi ningún resto de nada. Sólo un enorme boquete.

Aquel instituto público en el que trabajaba era como una maqueta del planeta. Había en él estudiantes de más de 100 países, la mayoría de ellos inmigrantes ilegales, junto con hijos de familias que habían vivido en el área de Washington, DC durante varias generaciones. Entre estos, había bastantes que eran hijos de empleados civiles y militares del Pengágono, y de algunos diplomáticos.
Cuando cayó la segunda torre, la directora del departamento de lenguas extranjeras, viuda y madre de militares, me dijo: "nada será como antes nunca más". Todos los que estaban allí tenían la sensación de que aquello iba a cambiar sus vidas para siempre.
No mucho después de que cayera la segunda torre y se empezara a hablar de la explosión en el Pentágono, apareció en un canal de televisión una brevísima entrevista con un supuesto ciudadano civil que, decía, había visto lo que había ocurrido en el Pentágono, y que decía: "Vuelvo a casa, en Florida, hoy mismo, y me preparo para responder. Tenemos que ir a por ellos. Tenemos que empatar." Yo pensé que la intoxicación informativa sobre el atentado empezaba justo ahí, y continuó cuando Bush dijo, ante la prensa de todo el mundo, que aquello había sido "un acto de guerra." Luego ya empezó a ser bastante claro, para quien podía y quería verlo, que había empezado mucho antes. Desde el principio, hubo en Washington, DC mucha gente muy escéptica respecto a la versión oficial del atentado, y ya había gente que hablaba de que aquello había sido, al menos en parte, un autoatentado, no un acto terrorista ejecutado por extranjeros.
Ahora ya circulan por Internet unos pocos vídeos en los que se ven claramente las explosiones en las torres, pero en los que no aparece ni se oye ningún avión por ningún sitio. Claro, esos vídeos también pueden estar manipulados, tanto como los que han estado circulando durante años con las imágenes de los dos supuestos aviones que supuestamente se estrellaron contra las torres pero que, en ningún caso, las derribaron. La caída de esos edificios, de todos los que se derrumbaron en esa zona, fue claramente una demolición controlada. Hace años ya que se sabe y ha sido demostrado frecuentemente. Y también se sabe desde hace 20 años que el aparato de poder estadounidense estaba directamente implicado en el atentado. Mucha gente sospechó, intuyó, eso desde el principio.
¿Es importante saber quién lo hizo? Para mí, lo fue en su momento en la medida en que eso me ayudaba a entender mejor cómo funcionan las estructuras de poder y control en este planeta, que no es poco, y que es también parte de la expansión de consciencia como seres crísticos y galácticos que somos.
Pero más allá de eso, da igual quién lo hiciera. Hay muchas capas de potencial toma de consciencia detrás de ese suceso, y de todo lo que vino después de él. Quizá se podría decir que una buena parte de ellas tienen que ver con la toma de consciencia de la extrema dualidad sobre la que se asienta la vida en este planeta, una vida distorsionada hasta el extremo para, precisamente, retroalimentar esa dualidad, esa absoluta polarización, que le da un enorme caudal de energía a quienes controlan la vida en la Tierra. Basta con que nos distanciemos un poco, nos detengamos, y nos permitamos escuchar a nuestra voz interna, para que empecemos a darnos cuenta de que, miremos donde miremos, la dualidad, la polarización, el enfrentamiento, la violencia, la exclusión, están siendo inyectados constantemente en la consciencia colectiva y en el inconsciente de cada individuo. Todo el sistema está basado en eso, con el objetivo fundamental de que no consigamos recordar quiénes somos, qué somos, y cuánto poder tenemos cuando reconectamos con nuestra esencia.
El autoatentado del 11 de Septiembre fue también otro intento de sabotear el proceso de Ascensión del planeta, que supone ir dejando atrás, irremediablemente, todos esos programas de dualidad, separación, enfrentamiento, violencia, odio. El hecho de que haya fuerzas que intentan impedir esa Ascensión forma parte de ese mismo proceso, y de los retos a los que nos tenemos que enfrentar para ser capaces de trascender justamente todas esas programaciones.
No hay ascensión colectiva. La ascensión se dará, se está dando, individuo por individuo, porque es un proceso de transformación interna que empieza dentro de uno mismo y, a partir de ahí, conecta vibracionalmente, consciencialmente, con los procesos de transformación interna de otras personas. La ascensión pasa por el hecho de que cada persona retome todo el caudal de poder personal a todos los niveles (espiritual, psicológico, emocional, físico, social, económico, de salud...) que hemos estado cediendo a otros durante siglos. No se trata de ser independientes, ni autónomos. Va más allá de eso: se trata de ser soberanos, cada uno de sí mismo, radical y absolutamente, asumiendo cada uno toda la responsabilidad sobre todos los aspectos de su propia vida, sin excepciones. Y, desde ese punto de partida, relacionarse con los demás en términos de colaboración, de complementación, no de competencia ni de explotación.
A medida que vayamos consiguiendo eso, se irán disolviendo las programaciones que han estado dedicadas a impedir eso durante milenios. A medida que vayamos comprendiendo, recordando, lo que de verdad somos, nos iremos liberando de la matrix interna, que es la que de verdad sostiene la matrix global.

Sí, Jeshua encarnado lo dijo: "la verdad os hará libres."

Allí, en Washington DC, durante unas semanas, vivimos en un estado interior muy diferente al habitual. Recuerdo varias ocasiones en las que, viajando en el metro, algunas personas nos quedábamos mirando unos a otros unos instantes y después, sin pensarlo, nos acercábamos para presentarnos, decir nuestros nombres, darnos un apretón de manos, y preguntarnos "how are you?", "¿cómo estás?", pero no un cómo estás ruinario, sino uno de verdad, de los que salen de bien adentro y van dirigidos también bien, bien adentro de la otra persona. Durante unas semanas, nos dimos cuenta de lo que no éramos, y vivimos y nos relacionamos desde el corazón más que nunca.
Durante unas semanas, fuimos más libres, porque descubrimos parte de la verdad de la esencia de la Vida.

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