Las heridas no cerradas

 


Llega a un momento de tu vida en el que empiezas a verla con cierta perspectiva, a tener la sensación de tener un pasado que puedes recordar, contar y contarte. Y desde ese punto, empiezas a darte cuenta de que hay situaciones, vivencias, decisiones, que parecen repetirse insistentemente, y no entiendes qué ocurre. Te encuentras diciéndote cosas como: "¿por qué me emparejo siempre con el mismo tipo de persona?", "¿será posible que prácticamente todos los jefes que he tenido parezcan una copia el uno del otro?", "cada proyecto que he empezado se ha ido al carajo por culpa de los socios que me he encontrado", y otras cosas parecidas.

Puedes vivir con ese monólogo en tu mente durante años, convencido de ser una víctima de las mujeres, los hombres, los jefes, los socios... Tal vez añadas a la lista a tus padres si llegas intuir, o a darte cuenta claramente de que alguna relación hay entre lo que viviste con ellos y lo que has vivido después. Le das vueltas una y otra vez a este guión, a esta película que tú has creado en tu mente porque, para ti, es LA verdad de tu vida. Y puedes estar tan convencido de que es la verdad, que incluso te cueste poco sacar a colación tu "mala suerte" en cualquier conversación, buscando la primera ocasión que se te presente para decir lo mal que te ha ido en algún aspecto de tu vida: las parejas, el trabajo, los amigos, el dinero... Es posible, incluso, que haya entre tus familiares, amigos o compañeros de trabajo personas que te identifiquen con esa mala suerte tuya, que crean que, efectivamente, tu vida ha sido así: "ya ves tú, con lo buena chica que es, y las tres parejas que ha tenido le han salido todos unos cabrones maltratadores", o "si es que no tiene suerte con los jefes, con lo trabajador que es y siempre acaban cogiéndole manía", o "es una emprendedora ejemplar, ojalá le tocaran socios más decentes". ¿Te suena algo de esto?

Yo también estuve ahí. También me preguntaba por qué me resultaba tan difícil encontrar una pareja y mantener una relación, o por qué acababa casi siempre encontrándome con jefes engreídos y déspotas incapaces de apreciar lo que yo valía y lo que tenía para ofrecer, y otras cosas parecidas. Hasta que, un día, intentando ver en qué cosas se parecía, por ejemplo, cada relación o cada jefe, qué cosas tenían en común, me di cuenta de lo obvio: el factor común era yo. Lo que se repetía era yo. Y cuando uno se da cuenta de eso, todo cambia, porque ve también que hacia donde tiene que dirigir su foco interrogador es hacia dentro de uno mismo, no hacia fuera.

Cuando caes en la cuenta de que lo que se repite eres tú, empiezas a entender algo que es fundamental ver, entender y asumir para llegar a salirte del personaje de la víctima y de la película que has creado en tu mente, y es que no solo esas otras personas de las que te lamentas tienen un papel en la película, sino tú también, pero no el que siempre habías creído tener. Tu papel no consistió en ser la víctima, sino en crear, junto con esas otras personas, y sin ser consciente de ellos, situaciones, vivencias, experiencias, en las que surgieran las dificultades que tú necesitabas que surgieran para darte cuenta de cuáles son los temas en tu vida que has venido a resolver, a sanar. Sí, cada uno de esos capítulos de la historia mental de tu vida que has creado con estupenda precisión fue creado POR Y PARA TI también, NO CONTRA TI, como tu personaje de víctima cree y te hace creer.
Empezaste a crear ese personaje durante la infancia y adolescencia para protegerte interiormente de las heridas, de los traumas, que iban quedándose grabados en ti, inevitablemente, hasta llegar a ser el curriculum pendiente de sanación en el que tendrás que trabajar una buena parte del resto de tu vida, si no toda ella. A partir de un cierto momento, no solo creaste ese personaje, sino que te lo creíste, te identificaste con él, lo convertiste en tu identidad, en la persona que crees ser. La vida, el universo, Dios, la Fuente, tus guías, tu Yo Superior, como lo quieras llamar, te dará la oportunidad de darte cuenta de que ese no eres tú, y de que tú no eres eso. Te dará la oportunidad de empezar a cuestionarte ese personaje, y es muy probable que lo haga de manera que llegue un día en que estés harto no de lo que otros te dicen o te hacen, sino harto de ti mismo, de ser siempre igual, de hacer siempre lo mismo, de caer siempre en lo mismo, de no ser capaz de salir del círculo vicioso que parece no acabarse jamás. O en forma de una enfermedad que te obligue, quieras o no, a empezar a cuestionarte cosas que nunca se te hubiera pasado por la mente cuestionar. O en forma de una experiencia dramática extrema que rompa de golpe las costuras del personaje en el que has testado encarcelado desde tu infancia.

Cuando llegas a este punto de consciencia, puede que caigas en la trampa de lamentarte de la infancia que tuviste, de los padres que "te tocaron". Es otra fase del culebrón de la víctima por el que todos pasamos. En realidad, es otra cara del mismo personaje de víctima, que parece haber encontrado, por fin, a LOS VERDADEROS CULPABLES de todo. Pero si sigues indagando en tu interior, y siendo al menos mínimamente receptivo a los mensajes que el universo va a seguir enviándote o las oportunidades que va a seguir ofreciéndote, llegarás a tomar consciencia del hecho de que no es que te pasaran todas esas cosas PORQUE "te tocó" nacer en esa familia en la que naciste, sino que decidiste nacer en esa familia PARA QUE te pasaran todas esas cosas con el fin de que tu persona tomara consciencia de lo que tu alma ya sabía antes de que volvieras a encarnar: los temas que viniste a sanar.

Llegado a este punto, es muy probable que reescribas el guión de la película y desmontes el personaje que habías estado interpretando hasta ese momento, y pases de la queja, del reproche, del odio, del lamento, al agradecimiento. Pero, para llegar a ese punto, tendrás que recorrer un camino de exploración interior, de trabajo de sanación, que no necesariamente será rápido ni fácil, pero que siempre, siempre, valdrá la pena, porque es precisamente la primera razón por la que volviste a este mundo.

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