Pacto de almas

Hicimos lo que pudimos.

Jaume Ribal Torre
(Tremp, 25 de agosto de 1955 - Santo Domingo, 30 de diciembre de 2017).
Jaume Ribal Llimiñana
(Vielha, 16 de febrero de 1932 - Barcelona, 31 de diciembre de 2017).
En 1990 mi hermano y su esposa tuvieron un accidente de coche que la llevó a ella al borde de la muerte física. El inmenso sentimiento de autoculpabilización de mi hermano, que apenas se hizo unos rasguños, le llevó a escuchar el impulso de tirarse por la ventana de la tercera planta del hospital en el que estaban. Mi padre, que estaba en el pasillo, sintió una punzada en el pecho y un resorte de urgencia le empujó a correr hacia la habitación, abrir la puerta, y llegar a tiempo para detener a mi hermano.
Estamos conectados unos con otros en un grado que ni sospechamos siquiera. Lo que sabemos sobre eso queda tras el velo del olvido en el momento del nacimiento.
En el caso de ellos dos, además, esa conexión iba mucho más allá de lo que habíamos imaginado. Viviendo a más de 7.000 km de distancia, mi padre en Barcelona y mi hermano en la República Dominicana, murieron los dos en menos de 24 horas de diferencia, el 31 y 30 de Diciembre de 2017 respectivamente. Habían estado sin saber el uno del otro durante casi diez años.
Inevitablemente, surgen preguntas sobre la existencia, la vida, el alma, y también se reafirman algunas creencias y vivencias sobre la existencia, la vida, el alma. Todo mezclado con la extrañeza de ser el único miembro vivo de la familia de origen.
La muerte de una persona, en este caso dos, reverbera en todos los rincones del sistema familiar extenso, y esa reverberación desencadena, a su vez, todo tipo de reacciones, unas previsibles y esperadas, otras insospechadas: amor, tristeza, pena, rencor, indiferencia, compasión, odio, venganza, perdón, reconciliación, descubrimiento, reencuentro, distanciamiento... Todo es mucho más complejo y sutil de lo que aparentemente es.
También el duelo es mucho más complejo de lo que socialmente se admite e incluso acepta. Tiene también capas, y no atañe tan solo a la desaparición física de las personas. Puede haber, como en este caso, un duelo mucho anterior por unas relaciones truncadas, cerradas, interrumpidas o agotadas... Puede haber un duelo por los yoes internos de uno mismo que no podrán volver a manifestarse, o por aquellos que nunca llegaron a salir y ya nunca tendrán ocasión de hacerlo. Y unas cuantas capas más...
Desde el día de su muerte, he tenido comunicación con mi padre varias veces, incluso hemos cerrado cosas que se nos habían quedado pendientes. También con mi madre, que murió en 1990, y ambos se han comunicado también con algunas personas que nunca les conocieron y que ni siquiera sabían que ya no estaban aquí. Esto te da una perspectiva de la vida, la Vida, la existencia y el sentido de la reencarnación en este mundo que confirma muchas cosas, o las desvela, según el punto en el que cada quien esté. Nunca he tenido comunicación con mi hermano.
Y todo, todo, tiene sentido.



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