Plantillas relacionales


Salimos de la infancia y la adolescencia con unas plantillas internas incorporadas con las que, como adultos incipientes, construimos nuestras relaciones, y especialmente las relaciones de pareja, que son las que remueven más cosas y con más intensidad dentro de nosotros. Esas plantillas pueden estar activas mucho, mucho tiempo; de hecho, toda la vida, si no llegamos a hacernos conscientes de que las llevamos puestas y las utilizamos constantemente.

Las plantillas que nos llevamos están formadas, en primer lugar, por nuestras relaciones con la madre, con el padre, y con los dos conjuntamente, desde el momento de la concepción. El estado de nuestras energías masculina y femenina y el grado de equilibrio entre ellas tienen mucho que ver con esas primeras relaciones, en las que tenemos contacto directo, estrecho y constante con esas dos energías tal como las encarnan y las viven mamá y papá. El grado en que nos amamos a nosotros mismos es resultado directo de ellas también, y va a ser determinantes en absolutamente todas nuestras vivencias como adultos hasta el momento en que nos empecemos a dar cuenta de lo que llevamos dentro.

Esas plantillas incluyen también lo que interiorizamos de la relación entre nuestros padres, que es el primer modelo de relación de pareja al que tenemos acceso, y del que vamos a incorporar, sin darnos cuenta de ello, unas cuantas creencias, actitudes, formas de estar y actuar, que vamos a interpretar como nuestras pero que, en realidad, son adquiridas por mimetismo unas, por rechazo otras.

Nuestras plantillas relacionales incluyen más capas: la relación con nuestros hermanos, si los tenemos; la relación con otros miembros de la familia más allá del núcleo de origen;. y nuestras vivencias en las relaciones con otras personas más allá de nuestro sistema familiar, especialmente en la escuela. Y también capas que vienen de, y van hasta, mucho más allá de lo que llegamos a conocer: nuestro árbol genealógico completo está en nosotros, como lo está también nuestra historia álmica, todas las experiencias por las que nuestra alma ha pasado a lo largo de todas sus encarnaciones anteriores.

A lo largo de todo ese periplo relacional, nuestro subconsciente absorbe una cantidad de información inabarcable por nuestra mente consciente, de manera que salimos a nuestra edad adulta siendo conscientes de una porción mínima de la información que hemos ido interiorizando a lo largo de nuestros primeros años. Pero todo aquello que no sabemos que sabemos está influyendo activamente en todo lo que vivimos. Podríamos decir que, durante una parte de nuestra vida, vivimos sin saber lo que de verdad estamos viviendo, ni por qué, ni para qué. Y no solo eso, sino que vivimos llevando en nosotros esas plantillas que tienen, por una parte, componentes absolutamente maravillosos y, al mismo tiempo, grandes grietas y vacíos por los que las diferentes fuentes de dolor acumuladas van saliendo y salpicando nuestra vida adulta, de formas que ni siquiera nos imaginamos.

Así, podemos encontrarnos, por ejemplo, con que Elena decide hacer una carrera que no le interesa en absoluto, pero que es la carrera que papá quiso hacer y no pudo. Por su parte, Andrés decide renunciar a los estudios que tanto le llaman porque siente que debe incorporarse al negocio familiar, que es prioritario y es incompatible con la necesidad de tiempo, energía y espacio que Andrés necesitaría para hacer esa carrera que tanto le apasiona. Nos podemos encontrar con que Aurora se empareja, una y otra vez, con el mismo tipo de hombre: tremendamente considerado y cercano al principio, y tremendamente autoritario, controlador y amenazante o incluso violento desde poco después. Puede ocurrir que Emilio parezca ser incapaz de estar solo, sin pareja, ni siquiera unas pocas semanas, de manera que sale de una relación y, casi de inmediato, está ya metido en otra, y creyendo, como en las anteriores, que esta va a ser la que ha estado buscando toda su vida, aunque su vida sea tan solo, aún, de 28 años. Puede darse también lo que Verónica lleva años viviendo, encontrando un nuevo trabajo y dejándolo en apenas unos meses, para encontrar otro también en poco tiempo, y dejarlo igualmente sin llegar a quedarse en él ni siquiera un primer año. Y todo ello como resultado de lo difícil que le resulta no tener conflictos con sus compañeros de trabajo y sus jefes desde muy poco tiempo después de llegar. Y lo que tú, que estás leyendo esto, has vivido, y lo que yo, que estoy escribiendo esto, he vivido.

Y, ¿qué hacer con todo esto? Pues hacerlo consciente, aceptarlo como parte de nosotros y de nuestra vida, sanarlo, trascenderlo encontrándonos con nosotros mismos mucho más allá de la prisión interior en la que nosotros mismos nos mantenemos, sin saberlo y, finalmente, integrarlo. Y, al integrarlo, empezar a estar en condiciones de hacer la vida que verdaderamente hemos venido a hacer. En el proceso, uno se va haciendo Uno consigo mismo y en sí mismo y, con ello, se va haciendo Uno con todos y con el Todo.

Y podemos contarnos las historias que queramos, que nuestra mente se invente, pero eso es precisamente el núcleo central de lo que hemos venido a hacer. Tú, yo, y todos.

Comments

Popular posts from this blog

¿Seguro?

Margin Call: los psicópatas detrás de las hipotecas

La España integrada