Mi familia vivía en un piso en la calle que separaba el Eixample de Barcelona y el barrio de Gràcia, en una escalera en la que había solo dos viviendas por rellano. En el piso de enfrente al nuestro, vivía la señora Ángeles, una mujer a la que siempre vi como mayor, pero, al mismo tiempo, como si nunca envejeciera más. La señora Ángeles tenía en casa 15 gatos. Ella decía que eran su protección porque, cada vez que la muerte la visitaba, cosa que, decía, pasaba con frecuencia, se llevaba a uno de sus gatitos en lugar de a ella. Esto lo contaba con toda la naturalidad del mundo, en el rellano de la escalera, mientras esperábamos el ascensor. No parecía que dedicara ni un segundo a preguntarse qué podríamos estar pensando nosotros mientras nos contaba eso y muchísimas otras cosas.
Porque, con la misma naturalidad, nos hablaba de su trabajo como astróloga. A mí me fascinaba escucharla. A veces, ella y yo nos pasábamos mucho, mucho tiempo en el rellano, dejando pasar el ascensor quién sabe cuántas veces, ella hablándome de astrología y yo escuchándola como si no existiera nada más en el mundo. Ella utilizaba la astrología constantemente, diariamente, para todo lo que se le ocurriera o necesitara. Consultaba constantemente los tránsitos (es decir, la posición de los planetas en un momento dado en relación con la posición que tenían en el momento del nacimiento de la persona), no solo los suyos, sino los de otras personas a quienes les había hecho la carta. A veces, me contaba algunas de las cosas que veía, que no siempre eran fáciles de digerir. Ella utilizaba la astrología, sobre todo, como herramienta predictiva, y llegó a intuir algunas predicciones respecto a otras personas que le causaron mucho sufrimiento.
A mí me apasionaba todo lo que me explicaba, pero la astrología predictiva no me interesó nunca después, ni tampoco cuando apareció en mi vida otra astróloga, hace 14 años.
Esa fue la que me puso en el camino del redescubrimiento de la astrología, pero esta vez de la astrología psicológica, que empecé a estudiar como un poseso después de que me leyeran mi carta natal. Casi de inmediato empecé también a practicar para amigos y algunos conocidos. A medida que estudiaba, sentía que todo aquello tenía un sentido para mí de una forma tan fácil y acelerada que era casi como si estuviera releyéndolo todo después de muchísimo tiempo de haberlo conocido por primera vez. No sabía yo entonces que no me equivocaba en absoluto, que había conocido la astrología en otra vida y que, efectivamente, lo que tenía que hacer en esta era despertar memorias, reaprender, no aprender de cero.
Desde el principio, tuve claro que quería reaprender, recordar, todo aquello para, tan pronto como fuera posible, ponerlo en manos de otras personas, también tantas como fuera posible. Al principio, lo hice a través de lecturas de cartas natales, en sesiones que duraban varias horas y muchos cafés. Cuando terminaba, les daba a "mis voluntarios" un documento con un resumen de lo que les había explicado y varias páginas de introducción a la astrología psicológica, para que entendieran mejor todo aquello que tenía que ver con su carta natal.
Llevo unos años dándole vueltas a la idea de ofrecer un curso de astrología, pero dejaba que varias cosas me frenaran. Hasta que, un día, de repente, algo hizo clic dentro de mí y me dije: "ahora".
Y ya lo tengo. Aquí te explico en qué consiste la tarea de expansión del conocimiento de la astrología que llevo a cabo.
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